-Pensamientos fatalistas.
-Sobrepiensas mucho las cosas.
-Evitas las relaciones interpersonales.
-Baja autoestima.
-¿Me olvido de algo?
*No, creo que eso es todo.
-Es una lista larga si la analizamos bien.
*Si, supongo.
- ¿Te sientes mejor?
*Si, creo
-Ale recuerda que no podremos avanzar sino me cuentas lo que ocurre.
*Es que no sé muy bien que ocurre.
-Bueno, puedes contarme eso también.
*Pasa, que no sé, estoy haciendo algo que suelo hacer siempre, tender la cama, cocinar,
trabajar; y de repente todo me pesa, solo quiero volver a dormir, mis manos tiemblan, y yo solo quiero llorar, y llorar, y que el mundo se detenga un ratito.
-¿Y qué pasa después?
*Que no se detiene, y eso me causa mucha tristeza.
-Es que no se va a detener, pero tú puedes parar ¿sabes?
*Já, eso dígale a mi cabeza, ella nunca para.
-¿Haz hecho lo que te dije para dormir? ¿Compraste la agenda?
*No.
-Ale.
*Es que tengo miedo.
-¿A qué?
*De intentarlo todo, darlo todo y fracasar.
-Entonces lo cambiamos y ya está.
Cambiamos de estrategia, de técnicas, lo intentamos una y otra vez hasta que funcione.
¿Sabes que está permitido fallar, verdad?
*Sí.
-Entonces inténtalo, falla; y vuelve hacerlo.
*Sí, tal vez.
-Suéltalo, Ale.
*¿Qué cosa?
-Todo, suelta tus pensamientos, esa idea que tienes de querer hacerlo todo bien, ese miedo que tienes a equivocarte; todo lo que te carcome la cabeza, el corazón; eso que te produce pesadillas y te genera ansiedad, suéltalo.
*Es que no se cómo.
-Escríbelo, píntalo, cuéntaselo a alguien, sino lo sueltas acabará por dañarte.
*¿Y después?
-Te sanas, Ale; con un poco de paciencia te juro que te sanas.