Él estaba en el balcón,
fumando,
fumando,
como siempre.
Hacía los mismos gestos como cuando teníamos veinte,
y su olor me envolvió como hace años,
era el mismo.
Como quien no quiere la cosa, me fui acercando de a poco,
él se dio la vuelta y creo que le dio gusto verme,
sigue siendo un libro abierto,
casi y puedo saber lo que está pensando.
Hacía frio y había media luna,
él sonrió y me preguntó qué había sido de mi vida,
como si no supiera exactamente todo lo que pasa,
lo sé porque me lo cuenta mi hermano,
siempre pregunta por mi,
"viejas costumbres"
solía pensar.
Me preguntó por Eduardo,
e hizo una mueca de disgusto,
preguntó por qué después de tantos años yo no conseguía darle una oportunidad.
"Te va a sonar completamente estúpido"-respondí nerviosa-
sabía que esa respuesta abriría una conversación que no sé si estaba lista para tener;
"sé que lo detestas" -continuó-
"Eso no tiene nada que ver conmigo"-respondió a la defensiva
"no hay nada de mi, que no me lleve hasta ti" -trago saliva después de aquella confesión, y me apresuro a contestar-
"sé que nunca te agradó que estuviera cerca de mi, se que el darle una oportunidad significaría sacarte de mi vida por completo y no se si eso es lo que quiero; de estar con Eduardo, no me lo perdonarías nunca"
"eso es cierto"-responde intranquilo-"no puedo pensar en los dos sin que me moleste, y es tonto; porque tú y yo no nos debemos nada"
Ambos suspiramos y se que no deberíamos seguir con esta conversación porque es inútil,
no llegaríamos a nada,
somos muy cobardes para querernos,
nos llenamos de excusas,
de pretextos,
de "que lo haríamos mal"
así que ni lo intentamos.
Y lo digo, digo lo que he estado pensando hace años,
porque aquí ya no hay nada que perder:
"sé que algún día nuestros caminos se cruzarán, tal vez con 50 años,
cuando ambos por fin coincidamos en una misma ciudad,
tal vez con un divorcio a cuestas,
hijos y mil deudas"-digo riendo- y él también se sonríe porque quiero pensar que él también se lo imagina.
"Me niego a tomar una decisión que haga que todos nuestros posibles futuros no se encuentren nunca";
tomé una calada de su cigarrillo y me fui;
supe que me observaba mientras me iba una vez más, de su vida.
24 horas después, habría recibido ese mensaje que lo cambiaría todo,
para siempre.
Me niego a esperar 50 años,
es mucho tiempo ¿no crees?
Y vaya que lo creía.