"No has escrito"
me recriminó anoche,
mi "yo" de catorce años;
"que empecé a trabajar,
que no tengo tiempo".
"¿Y los libros en la encimera?
¿ya no lees tampoco?",
"si, pero la universidad;
ya sabes,
muchas cosas que hacer."
Alejandra me miró de arriba abajo,
y supe que la había decepcionado;
¿y tu libro?
¿y tu sueño con ser artista?
¿sigues cantando?
"No, no; eso será después;
esto es la vida real, pequeñita"
Y se fue,
se fue;
y estoy segura que se marchó muy molesta.
Hoy le he escrito una carta,
y va algo así:
"Algún día seremos libres, tendremos esa camioneta blanca que siempre soñaste; viajaremos a Perú,
y recitaremos en un bar, seré cantante de una banda de rock; y todos estos recuerdos amargos se quedarán arrinconados en ese mueble envejecido que mamá se empeñaba en guardar; y que nosotras odiábamos tanto; nos reiremos de nuestras lágrimas, y nos parecerá absurdo haber estado triste antes;
beberemos cerveza, haremos una fogata en la playa y por fin aprenderás a entender las constelaciones; que nuestra vida sea: un infinito verano; que no llueve más, que aquí ya ha hecho demasiado frío.
Tendremos dos perros, un gato y por fin compraremos una batería; habrás conocido Londres, recitales en Madrid, y comida en París, un beso en New York; y el amor de tu vida a los veinticinco.
Ale, te juro; que un día; despertarás y vivirás todo lo que tanto ansías, todo lo que tanto mereces, te lo prometo; todo habrá terminado, el dolor habrá calmado y aunque no lo creas te mirarás en el espejo; y estarás preciosa.
Aunque ahorita, el pasado nos pese; el futuro nos sonríe y nos tira pétalos en el camino para que lleguemos pronto a él.
Que aunque nunca fuiste guerrillera, siempre sobreviviste a las balas, y que de eso se trata la vida ¿no?
Te quiero, Ale.
Tranquila, mamá aún dice que eres su escritora favorita."
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