Hoy han sido de esos domingos,
en los que me he levantado sola en la cama,
y he buscado incansablemente unos pies que calienten mis dedos fríos.
en los que me he levantado sola en la cama,
y he buscado incansablemente unos pies que calienten mis dedos fríos.
He salido a trotar, he respirado aire puro;
y he visto una pareja reír mientras caminaban de la mano,
como si tuvieran un secreto que solo ellos conocen.
Y me ha dado nostalgia.
Y he extrañado eso,
los besos en la frente,
las conversaciones interminables,
las sonrisas coquetas,
el que alguien estuviera loco por mi,
y yo loca por él.
He olvidado como se siente aquello,
y me ha dado nostalgia.
He preparado una taza de café,
he subido a la terraza,
y he visto la vida pasar,
y he echado de menos ver atardeceres con alguien.
He extrañado los planes,
los viajes improvisados,
que alguien manejara y que yo pusiera canciones todo el trayecto,
he extrañado los besos en los semáforos,
las salidas improvisadas,
el siempre poder contar con alguien,
que yo bailara y que él no pudiera evitar reírse y pensar:
"cómo es que he tenido tanta, tantísima suerte"
He pensado en la posibilidad de que esa idea fantasiosa que tengo del amor,
simplemente ya no existe,
que me tendré que conformar con canciones pasajeras,
con tardes de domingos,
con copas de vino en bares un viernes noche,
y nada más.
Entonces,
he desbaratado mis libros y ha salido aquella carta que un día alguien escribió para mi;
para recordarme que alguien,
en algún momento estuvo loco por mi,
ha sido la forma de decirme:
"tranquila pequeña saltamontes,
paso a paso;
lo increíble,
lo realmente increíble;
siempre,
siempre,
tarda en llegar."
Pero ojalá,
ya esté llegando.
De esos domingos.