miércoles, 17 de septiembre de 2025

Belly se queda con Conrad.

 Belly se queda con Conrad.

Y te voy a dar el contexto porque asumo no has visto la serie, siempre te has dado de muy intelectual y sueles odiar las series clichés que me gustan.

Conrad es el primer amor de Belly, el chico que la vio crecer, su primer amor; habían pasado por mucho y ella decidió poner tierra de por medio y se mudó a París, lo hizo para huir de él pero también para conocerse y ver quién era, lejos de todo el torbellino que representaba.

-Si hoy te conociera por primera vez, te amaría, porque he cambiado cada cosa de mi con el pasar de los años, y lo único que nunca cambia es que te amo-le dijo Conrad en la escena final.

Ya te imaginas la cantidad de gritos que pegué esa noche, me conoces, una eterna enamorada del amor.

Se escogieron, después de tantos años, después de tantas personas, lo consiguieron, fueron el primer amor del otro y serán el último.

Y yo pensé en ti, claramente.

Mi primer gran amor, te escogería en un mar de gente, por supuesto que lo haría; no me voy a poner fantasiosa pensar que sería así de sencillo, que nosotros nos veríamos en Europa y lo sabríamos, tal vez no, tal vez costaría mucho más, tal vez nos costara muchas conversaciones, y cientos de poemas que escribir, y los 8836 km que nos separan pesarían, por supuesto que pesarían, pero lo lograríamos, seríamos el uno para el otro, lo sé, estoy segura, porque no hay versión de mi que no te quiera.

Belly se queda con Conrad, es decir ¿yo me quedo contigo?


domingo, 14 de septiembre de 2025

Podría intentarlo ¿sabes?

Podría intentarlo ¿sabes?

Podría responder ese mensaje que llevo meses evitando,
y darme una oportunidad de verdad,
podría salir a cenar y reírme y fingir que él ha sido lo que llevaba años esperando.

Podría intentarlo ¿sabes?
y al carajo las promesas y los cientos de poemas que te escribí,
al carajo

Podría intentarlo
y me enamoraría de verdad,
olvidaría tu fecha de cumpleaños,
tu canción favorita
la forma en la que bebes el café,
ya no preguntaría a mis amigos por ti.

Y por fin la poesía tendría otro nombre.

Después de unos años como si nada me enteraría que estas viviendo en tu ciudad soñada,
que conociste a alguien y que tienes un perro con nombre ridículo
y me alegraría por ti,
lo haría de verdad.

Pero es que no quiero,
no quiero olvidarte,
no quiero que los dos pasemos a ser dos extraños,
que después de unos años no reconozcamos nuestros nombres
ni nuestras cosas favoritas.

Quiero que seas tú,
quiero verte despertar todas las mañanas,
prepararte café y desearte suerte en el trabajo,
quiero que discutamos de las cosas cotidianas:
que te olvidaste de lavar la ropa 
que tú odias ver mis libros tirados en la alfombra,
y que estás harto de que no pueda parquear.

No quiero olvidarte,
no me da la gana.
nosotros tenemos todavía muchas cosas pendientes
una copa de vino frente al mar,
una despedida temporal
a la altura de nuestro amor que fue tan grande.

Quiero que vueles alto,
y que recuerdes que puedes volver a mi,
porque
no quiero olvidarte,
no me da la gana,
ni las ganas.

Así que tranquilo,
cuando te hartes de amores vanos,
de aplicaciones de citas,
de conversaciones superficiales,
y de buscar y buscar una risa que no se parezca a la mía,
me escribes,
tengo el mismo número,
el de siempre,
pero eso tú,
ya lo sabes.

domingo, 7 de septiembre de 2025

Que lo nuestro pudiera ser.

Mi mano izquierda acarició su brazo y la derecha su hombro. Me apoyé en su pecho y... bailamos.

Bailamos en un abrazo inocente, como si fuéramos dos novios adolescentes, tímidos, que se aprietan cuanto pueden en la oscuridad de un portal, bailamos como si tuviéramos dieciséis años y un futuro juntos, bailamos como si fuera la primera vez que nos sosteníamos mutuamente mientras Ed Sheeran sonaba de fondo; sentí su corazón bombear bajo la tela de su camisa y me dejé llevar por su ritmo y el de la canción.

Él tarareó la letra muy bajo, y pensé que si no tuviéramos tanto equipaje en la espalda, esa sería la canción que bailaríamos en nuestra boda.

Imaginé que aquella era nuestra primera cita, que no teníamos un pasado que nos impidiera atrevernos.

Imaginé que él no se mudó al otro lado del planeta, que no me pidió tiempo para estar con aquella chica que conoció en su intercambio y que no olvidó nuestro aniversario aquella vez que cumplimos dos años juntos en donde me dijo que no estaba listo para todo lo que yo le pedía.

No habíamos tenido una relación. Yo no sufría de depresión, ni ansiedad. No habían discusiones previas, ni palabras hirientes. Nunca nos habíamos hecho daño. Sería una relación sana, tierna y para siempre, si hubiéramos tenido más suerte y hecho las cosas de mejor forma, el sería la persona que me vería envejecer, sin duda.

Él me estrechó un poco más y seguimos bailando. No sé cuánto tiempo estuvimos así, no sé cuántas canciones más sonaron, pero de pronto me di cuenta de que atesoraría aquel recuerdo para siempre, lo recordaría a los 70 años pensando que hubo alguien que una vez me quiso con todo su ser, y no se quedó.

Porque a veces él no era más que un sentimiento enorme que no me dejaba respirar, que lo acaparaba todo y que me impedía pensar con claridad.

Y no era un chico guapo; no era un cuerpo de pecado, ni la profesión que tenía, ni la forma tan perfecta en la que besaba. Solo era... un chico. Y deseé que fuera un chico enamorado y que lo nuestro pudiera ser.

Cómo deseaba que lo nuestro pudiera ser...