Mi mano izquierda acarició su brazo y la derecha su hombro. Me apoyé en su pecho y... bailamos.
Bailamos en un abrazo inocente, como si fuéramos dos novios adolescentes, tímidos, que se aprietan cuanto pueden en la oscuridad de un portal, bailamos como si tuviéramos dieciséis años y un futuro juntos, bailamos como si fuera la primera vez que nos sosteníamos mutuamente mientras Ed Sheeran sonaba de fondo; sentí su corazón bombear bajo la tela de su camisa y me dejé llevar por su ritmo y el de la canción.
Él tarareó la letra muy bajo, y pensé que si no tuviéramos tanto equipaje en la espalda, esa sería la canción que bailaríamos en nuestra boda.
Sentí su corazón bombear bajo la tela de su camisa y me dejé llevar por su ritmo y el de la canción.
Imaginé que aquella era nuestra primera cita, que no teníamos un pasado que nos impidiera atrevernos.
Imaginé que él no se mudó al otro lado del planeta, que no me pidió tiempo para estar con aquella chica que conoció en su intercambio y que no olvidó nuestro aniversario aquella vez que cumplimos dos años juntos en donde me dijo que no estaba listo para todo lo que yo le pedía.
No habíamos tenido una relación. Yo no sufría de depresión, ni ansiedad. No habían discusiones previas, ni palabras hirientes. Nunca nos habíamos hecho daño. Sería una relación sana, tierna y para siempre, si hubiéramos tenido más suerte y hecho las cosas de mejor forma, el sería la persona que me vería envejecer, sin duda.
Él me estrechó un poco más y seguimos bailando. No sé cuánto tiempo estuvimos así, no sé cuántas canciones más sonaron, pero de pronto me di cuenta de que atesoraría aquel recuerdo para siempre, lo recordaría a los 70 años pensando que hubo alguien que una vez me quiso con todo su ser, y no se quedó.
Porque a veces él no era más que un sentimiento enorme que no me dejaba respirar, que lo acaparaba todo y que me impedía pensar con claridad.
Y no era un chico guapo; no era un cuerpo de pecado, ni la profesión que tenía, ni la forma tan perfecta en la que besaba. Solo era... un chico. Y deseé que fuera un chico enamorado y que lo nuestro pudiera ser.
Cómo deseaba que lo nuestro pudiera ser...
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