domingo, 22 de enero de 2017

Domingos.


Me ha vuelto a gustar la rutina,
eso de quedarme en cama tres días seguidos,
despertar,
tomar café,
de vuelta a mi recámara.

Abrir el computador y cerrarlo enseguida,
porque no se me ocurre
nada qué retratar,
apagar el celular,
total,
no hay quién escriba,
ni llame,
ni me etiquete en estupideces
que aparecen en las redes sociales.

No estás tú.

La vida se me torna un poco aburrida
sin ti a mi lado,
no es que esté mal tampoco.

Esta tranquilidad
que me ha dejado tu partida
me sienta bien,
paz,
le llamo.

A eso de no esperar nada de nadie,
desde que te fuiste
ya no tengo expectativas acerca de nada,
¿cómo hacerlo?
si cada lunes de mañana
prometías quererme por el resto de tus días;
y mira
con qué sorpresa me saliste.

Es que eras tanto caos,
tanto venir,
tanto ir,
tanto no quedarte,
aunque te pedía a gritos que lo hicieras.

Desde que no estás ya no bebo cerveza,
ni vino,
tampoco bailo,
y paso de largo cualquier salida,
y ya no leo,
tampoco.

He vuelto a ver televisión
y como mucho helado,
salgo despeinada,
más de lo usual,
y ya no me quito los lentes.

En clases no presto atención,
escribo mucho;
y no suelo hablar con nadie.

Me veo mal,
lo sé;
y no es que me interese eso.

Quiero arreglarme,
yo solita,
lo hago,
cada día;
un poco más,
no es que me dedique a sufrir(te);
aunque a veces siento que lo necesito,
pero es que ya estoy muy harta de fingir
que todo anda bien
cuando no es así.

Tal vez ahora casi no ría,
pero lloro mucho menos;
y eso creo que es mejor,
bueno,
a veces.

Que nadie me diga que las cosas van a mejorar,
o que pronto encontraré alguien que realmente me merezca,
porque lo sé,
porque sé que será así,
y será perfecto cuando suceda,
pero es que hoy,
no quiero estar nadie más que con él.

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