Romántica empedernida,
dice mamá,
cuando trata de definirme.
Desde pequeña vivía enamorada de las películas de amor,
de los finales felices,
de cuentos de ficción.
Luego empecé a escribir.
Retrataba,
recitaba,
creaba versos de un amor que creía imposible,
épico,
inalcanzable,
difícil de hallar.
Me repetía que la vida es más complicado que eso,
que debía aprender a conformarme,
y ¡qué bueno que jamás lo hice!
Es que ni porque hubiera tenido un pincel,
lápiz y papel,
y pudiera haberte dibujado a mi antojo,
ni así,
te hubiera hecho tan perfecto,
tan imperfecto,
tan para mí.
Hasta tus defectos encajan con los míos.
Y así va la cosa.
Tu presente y tu futuro,
miden los mismos pasos que los míos,
que del pasado hablamos luego.
A la medida.
Como dos piezas de un puzzle
que se creían extraviadas,
y después de tanto buscarse,
se hallaron en la canción adecuada.
No dejemos de bailar.
Que si caigo
que sea en los centímentros
que me separan de tu boca.
Como mi "uno en un millón",
una estrella fugar,
un eclipse solar,
y cualquier otro fenómeno
que es muy poco probable que ocurra.
Así, exactamente así,
tú,
a la medida.
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