domingo, 22 de abril de 2018

Fantasmas.


Hoy arreglando mi habitación,
encontré aquel papel en el cual escribí tu nombre
cientos de veces,
así como niña chiquita,
como si mantener ese retazo de hoja,
significara que tú no te marcharías.

Pero te fuiste,
lo hiciste;
después de habérme jurado que jamás te irías.

Cómo lo haces,
quisiera saber cómo.

Hice un tour a tus recuerdos,
me quedé en el
"en cambio sé que en tus brazos
el mundo tiene sentido"
de Benedetti.

¿Recuerdas,
recuerdas aquel verso?
dime que sí,
que aún lo haces.

Que me ves sonriendo,
muerta de la risa,
en el asiento del copiloto
arrugando la nariz,
llevándote la contraria en absolutamente todo.

Que después de mí,
todas llevan mi nombre,
pero ninguna mi sonrisa.

Tengo atesorado en cuatro llaves
todas las miradas que nos hacíamos,
todas esas risas que compartíamos,
tu: "nos veremos pronto, lo prometo";
como si eso,
lograra que vuelvas a mi.

Pero ese pronto,
nunca llegó,
y yo jamás te volví a ver.

Y lo curioso,
es que ya no te echo de menos,
porque tú dejaste de estar,
incluso cuando estabas.

Y uno se termina acostumbrando ¿no?

Y aunque yo no te esté extrañando,
espero tú estés anhelando mi regreso,
porque esta vez es tu turno.

Te toca a ti,
desear que vuelva.


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