lunes, 17 de diciembre de 2018

2018


He repetido un millón de veces que este,
no ha sido mi año,
tanto así,
que me lo he creído.

Y todos estos días han sido de bajada,
creí que era imposible,
pero así estamos.

Y he olvidado,
me he olvidado de la playa,
y la brisa,
de las conversaciones con mamá,
y del vino con papá.

Me he olvidado,
de esos viernes de cerveza,
de aquel bar cerca de casa,
en donde al entrar
sonaba a todo volumen "Belerofón" de Taburete,
Renata y yo
no pudimos aguantar la emoción
y cantábamos a viva voz como si de un concierto se tratara.

Porque sí que se está a gusto aquí en tu sofá.

Y ni hablar de la luna,
este año
me ha hablado tantas veces,
todas,
para decirme que irá mejor,
que tengo que estar mejor.

Gabriela se ha empeñado en que aprenda a subir montañas,
ella tenía una estrategia interesante de enseñarme en qué consiste la vida,
cuesta arriba,
pero la vista es asombrosa,
de repente,
todo vale la pena,
hay paisajes que ni la mejor fotografía,
es capaz de retratar.

Pero las archivo en la cajita más segura de mis recuerdos.

Conocí a uno de mis escritores favoritos,
Alborán me cantó "Tu refugio" a tres metros de distancia,
escuché mi canción favorita en vivo,
y le creí cuando entonó
"And she will be loved"
y entonces me convertí en la niña de la sonrisa rota,
más bonita de todo el estadio.

Me enamoré,
me olvidé,
escribí cartas sin destinatario,
recordé que es imposible mentirme a mi misma,
que hay personas que quedan tan adentro,
tan tatuadas en la piel,
que una mentira mal elaborada,
no consigue borrarlas del todo.

Y que para dejarlas ir,
hay que admitir que aún las echamos de menos,
que aún escuecen,
que aún lastiman.

Aprendí que no hay excusas,
que cuando te quieren,
se puede,
lo demás es pura cobardía.

Entendí que es difícil
admitir que la persona a la que has querido tanto,
perdonado tanto,
y has escrito tanto,
se ha deleitado con otra risa que no es la tuya.

Duele,
pero a partir de ahí,
todo para mejor.

He olvidado que esta guerra
la lucho a lado de mamá,
que a pesar de ser mi Talón de Aquiles,
es la razón por la que me paro
todos,
y cada uno de los días,
a lado de ella,
hay que ser una combatiente más digna,
mi pequeña niña fuerte.

Que sí,
sigo sin aprender a parquear,
este año no he pisado el gimnasio ni por casualidad,
y el libro,
pues el libro sigue estando entre "Archivos"
IMPORTANTE,
no lo sé,
algún día.

Sigo tropezándome cada tanto,
y equivocándome con las personas se ha convertido en mi especialidad,
sigo siendo una sensible de primera,
pero cuando el arte no mueva cada una de mis partículas,
empezaré a preocuparme.

Mientras tanto,
me buscan en las nubes,
en el suelo,
ya he bailado suficiente.

Y cuando dejas de quejarte,
y alzas la mirada después de haber caminado cabizbaja ya tanto tiempo,
te das cuenta,
que la felicidad está ahí,
a ladito tuyo,
y con unos ojos preciosos.

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