sábado, 6 de abril de 2019

Otra tonta y absurda historia de amor.


Te conocí en un bar,
coqueteando con una rubia,
y rápidamente pensé que eras uno de esos.

De esos que les gustaba el cigarrillo,
mujeres,
alcohol,
y presumir a sus amigos de ello.

Pero eso sí,
la cama siempre sola al amanecer.

Y estabas ahí,
con tu guitarra de siempre,
con algunas cicatrices visibles,
y otras tantas ocultas.

Con tu vaso de whisky con mucho hielo,
y con mil historias en tus canciones.

Era tu forma de amar la música,
que hizo que me quedara,
tu manera de apreciar el arte,
tanto como yo,
hizo que deseara al universo
que no te fueras de mí jamás.

Tenía miedo,
claro
¿quién iba pensar que un chico de bares,
se iba quedar esperando a la niña de las letras
y muchos silencios,
a la de pocos amigos,
y poca gracia al caminar?

Pero me esperaste,
me esperaste esa vez que te quedaste media hora
afuera,
mientras yo decidía abrirte la puerta,
y como no lo hice,
volaste directito a mi corazón.

Y de ahí
si que no te saca nadie.

Lo que unió la música,
que no lo separe el hombre,
-me dijiste-
o una mujer
-te respondí-

La única mujer capaz de romper esto,
la observo todas las mañanas al despertar,
y espero no quiera eso nunca;
y con eso,
me convenciste.

Como dice Fito: no buscaba nada y te vi,
y ahora,
no puedo dejar de verte.

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