Hace meses leí la expresión
"te cielo"
y me pareció un verbo de lo más bonito.
Te cielo.
Tal vez sea porque yo siempre he adorado el cielo.
Creo que es de las cosas más bonitas que nos regala la vida,
me gusta en todas sus formas,
colores
y expresiones.
Me gusta estrellado,
azulado,
y cuando da la impresión que si sueñas un poquito más,
lo tocas con las manos.
Puedo pasar horas contemplándolo,
y cuando está de lo más bonito,
me detengo a tomarle fotos,
a escribirle poemas,
y pedirle deseos.
Y creo que así debería ser el amor.
Es decir maravillarse con las cosas más sencillas,
más cotidianas,
y más sin sentido.
Y esa es mi parte favorita.
Cuando la persona que amas está durmiendo,
y tú te sientas admirar la forma de sus ojos,
la manera en la que sonríe como si estuviera soñando contigo,
como cuando maneja y tú no puedes evitar tocar su cabello,
y ver como arruga el ceño cuando hay demasiado tráfico,
las veces que grita emocionado cuando suena su canción favorita,
y las muecas que hace cuando no está contento con algo.
Es verlo hacer las cosas más normales,
como que esté escribiendo algo en la computadora,
o la forma en la que contesta el teléfono,
y tú no puedas evitar mirarlo
y pensar en lo afortunada que eres.
Es que te ponga completamente tonta la manera en la que habla de las cosas que le gustan,
y tú estés ahí,
escuchando,
como una niña de cinco años.
El amor para mí,
puede definirse en aprenderse la forma precisa
en la que al otro le gusta el café,
y la marca de cerveza que prefiere.
El amor debe ser de esas veces en los que ambos ríen,
porque están seguros de estar pensando lo mismo,
de preferir mil veces los domingos de sofá y pelis,
antes que los viernes de antros y trago fuerte.
El amor debe ser eso,
contemplar el cielo,
y verlo lindo en todas sus formas,
en todos sus colores,
quererlo anaranjado,
azulado,
con estrellas,
y sin ellas;
con lluvia,
y con miles de arcoiris.
Yo no te amo,
cariño;
pero te cielo,
y te cielo un montón.