Pasa que ya no duele;
o eso es lo que dices.
Que no tienes tiempo para estar mal,
te repites.
Pero en una milésima de segundo,
tu mundo empieza a desmoronarse;
y tú,
no puedes hacer nada más que observarlo
mientras se cae.
Sostenerlo es inútil,
porque pesa,
y pesa un montón.
Es horrible sentir cómo tu cabeza navega a diez mil por hora
y tú no poder seguirle el paso;
porque no se puede,
porque te lleva ventaja y tú no la alcanzas
aunque lo intentes.
La mente te juega muy malas pasadas a veces.
Pero no puedes rendirte;
no puedes,
porque te parece injusto que las madrugadas llorando,
las noches sin poder dormir,
las crisis nerviosas en el trabajo,
las manos temblando,
las ganas de vomitar mientras le pides a tu mente que pare;
y todas las veces que te paraste de la cama con la convicción
que sería un día mejor;
no hayan valido la pena.
Estás sola,
me dijo una Ale chiquitita,
pero tú,
tú eres más que suficiente.
He mirado una foto mía sonriendo,
y he pensado que lo vale,
que el esfuerzo siempre va a valer la pena.
Solo estoy un poco cansada,
le dije a mi Ale de doce;
esa muchachita no se cansa,
me dice que lo puedo hacer mejor.
Y yo, le he creído.
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