lunes, 8 de enero de 2018

Invierno


Quisiera dejar de decir
que ya no sé como querer,
quisiera dejar de negarlo
cuando me preguntan
si te echo de menos.

Quisiera dejar de buscarte en otros ojos,
en otras bocas,
en otras manos,
solo me recuerda que ninguno me mira como tú,
ni me besan como tú,
ni nadie jamás me tocará como tú.

Que no son tú.

Y qué mierda.

Si pudiera,
hasta dejaría de escribir,
porque las palabras
solo se han vuelto en una excusa más,
para recordarte.

Quisiera dejar de pensar en tu sonrisa
cuando hablo de mi lugar favorito en el mundo,
de tus llamadas ebrio,
de esas risas infantiles,
que solíamos brindarnos,
como si escondiéramos un secreto,
y lo hacíamos.

Extraño que encuentres sentido
a cada tontería mía
que me dijeras
que estaba loca:
cuando te gritaba que era imposible
que me quisieras más.

Quisiera que toda la poesía del mundo
se callara por un momento,
todo,
absolutamente todo me lleva a ti,
y a esas estupideces que solía susurrarte al oído.

Extraño que siempre supieras responder
a mis preguntas,
que espantaras al miedo,
y que derrotaras a todos mis fantasmas.

Me culpo
y te culpo,
y culpo al mundo;
de que hoy no estés conmigo,
de que ya no haya cervezas los viernes por la noche,
ni café en las mañanas,
ni felicidad los días lunes.

Hoy solo espero,
que un día preguntes por mi:
y te sepan decir que soy feliz,
que los vestidos ahora me sientan de maravilla,
y que me veo guapísima.

Y después de algún tiempo
confesarte que tengo de colección
los escritos que alguna vez hice para ti,
que cada parte de tu cuerpo
tiene un verso de mi autoría.

Que el que perdió aquí,
cariño,
fuiste tú.

Que hoy se te va la loca que
encontrabas despierta a cualquier hora,
capaz de hacerte reír,
así ella se esté partiendo de las ganas de llorar.

Que se acabaron los versos,
y las canciones de Alborán,
los planes de huir a Brasil,
y todas las lunas llenas
hoy,
apagaron su luz.

No me busques,
no me vas a encontrar.

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