domingo, 29 de marzo de 2020

Palabras favoritas.


Me han preguntado por mis palabras favoritas,
y yo no dude al decir:
luna,
dientes de león,
margaritas.

Siempre he creído que las tres están asociadas
a los deseos,
y a mi me encanta pedir deseos.

Soy una niña chiquita recolectando pestañas,
persiguiendo estrellas fugaces,
cualquier cosa que me de la mínima esperanza,
que un día así de la nada,
amaneceré viendo tu rostro.

Porque hay mañanas bonitas,
ya sabes,
el olor a café inundando el comedor,
toda la familia riendo,
música a todo volumen,
un domingo en compañía.

Pero todo es mejor,
cuando cualquier día,
inicia con tu sonrisa.

No me importa desperdiciar mil deseos,
si en el 1001,
apareces tú.

No sé,
 sigues siendo la persona en la que pienso antes de dormir,
con la que anhelo al despertar.

Y no sé.

Ojalá no desearte.

Ojalá un día entienda que no eres el amor de mi vida,
pero sí la persona de mis sueños,
y que te quedes solo en ellos.

Ojalá.

No lo sé.

Últimamente no se muchas cosas.

En fin.

Me han vuelto a preguntar sobre mis palabras favoritas,
y ya no estoy muy segura,
pero que llevan las seis letras de tu nombre,
las lleva.

domingo, 22 de marzo de 2020

Heroína.

Siempre había alardeado de mi independencia.

La niña capaz de todo.

La que le sacaba la lengua a los problemas,
la que lloraba un jueves noche,
y se iba a bailar un viernes con una copa de vino en la mano.

La imparable.

La de mil armaduras.

A la que si le rompían el corazón,
se sacudía las partes que sobraban y se paraba de nuevo.

Nunca me he considerado fuerte,
pero si luchadora,
porque no recuerdo una vez que me haya caído y no lo haya intentado.

Pero una vez más,
la vida se me ha reído en la cara,
para demostrarle lo que soy capaz.

Jamás pensé que la cura a todos los males,
se encontraba en el abrazo de mamá,
abrazo que hoy no tengo,
y así estoy.

La cosa que lidiar conmigo,
ha sido mucho más difícil que pelear con mil monstruos,
y es ahí donde está el problema.

Cuando te acostumbras tanto a las personas,
a reír por compromiso,
a decir que sí,
cuando mueres de ganas por decir que no.

Es cuando te vas perdiendo,
de a poco.

Y ahora toca verme todos los días,
aguantar mis pensamientos,
poner música a todo volumen
y ponerme a bailar
porque así lo quiero,
porque a veces lo necesito.

Al final de todo esto me convertiré en mi propia heroína.

Sé que después de la tormenta,
encontraré una Ale de la cual esté completamente orgullosa,
porque me ha demostrado que estaba equivocada,
que sí que era fuerte.

Además los arcoiris se ven preciosos,
cuando nacen de mi sonrisa.

lunes, 9 de marzo de 2020

Ella y él.

La niña de las 101 alarmas,
una agenda,
tres esferos,
post it por doquier.

Trabajo a medio tiempo,
universidad,
clases de francés los sábados.

Coleccionadora de poemarios,
amante al vino,
y a las películas clásicas.

Una controladora.

Él,
el fumador compulsivo,
el músico frustrado,
el guitarrista de los bares.

El de mirada penetrante,
el de sonrisa encantadora,
el de las malas palabras,
y gestos bruscos.

Él,
el de las chaquetas oscuras,
el de la mirada perdida,
y sin planes a futuro.

Varias veces se había preguntado,
qué era lo que hacía con su vida,
a dónde iba a parar,
si sus noches de viernes seguían durando siete días.

Tenía miedo.

Necesitaba un rumbo.

Y entonces lo encontró,
lo halló en una niña de lentes,
metro setenta,
y sonrisa tímida.

Lo encontró en su poesía,
y su forma de cantar,
en la manera que hablaba de los libros,
de la música y
de historia.

Ella necesitaba que la alocaran un poco,
algo de velocidad,
algo que la hiciera apagar sus alarmas,
y fugarse un día de clases,
y él,
que lo calmaran,
necesitaba un día de vacaciones,
en la playa,
sonando Carlos Sadness.

En fin,
se necesitaban,
y se necesitarían toda la vida.