martes, 30 de marzo de 2021

Solo a ella.



 Papá se había ido,
cuando tenía ocho años,
no tengo idea si aún sigue vivo,
mamá siguió;
se llenó de relaciones esporádicas,
cada año,
un nuevo padrastro,
algunos buenos,
otros no tanto.

Al crecer,
supe que no quería una vida así,
me esforcé
nada fue gratis,
encontré en los estudios,
en el trabajo,
mi lugar seguro,
mi vía de escape.

Los viernes,
mis días favoritos,
tres vasos de whisky,
y la noche era perfecta,
una sonrisa a una morena,
y sabía que esa noche no terminaría solo en mi cama.

Mi vida era buena,
viajes,
lujos,
hoteles caros,
un buen trabajo,
amigos buenos.

Mi vida era buena,
completa,
o eso pensaba.

Hasta que la vi,
con un vestido negro,
ceñido al cuerpo,
guapísima,
pensé que sería mi conquista de la noche,
no tenía idea con quién había tropezado ese viernes.

Cantaba y se reía,
no fue esa noche a ligar,
lo supe cuando le ofrecí una copa de vino
y no la aceptó,
más tarde cuando iniciamos conversación
me di cuenta que se sonrojaba y tapaba su rostro.

Dios, si era bellísima, y ella no tenía idea,
estaba hipnotizado,
era inteligente,
en media hora de charla,
había mencionado cinco autores
y un evento histórico,
era culta y decía un millón de malas palabras,
no le importaba lo que el resto pensara,
y eso me encantó.

Estaba hipnotizado con su forma de reír,
era la clase de chica por la que siempre huía,
sabía que era muy fácil quererla,
lo supe en una hora,
pero ella no creía en el amor,
la habían herido,
lo supe al ver sus ojos.
 
No quería, ni esperaba nada;
y eso sumaba puntos a su favor,
para querer llevarla a casa esa noche.

No aceptó,
pero dejó su número de celular en una servilleta.

No la llamé,
pero la encontré en ese mismo bar el viernes siguiente,
confieso haber ido con la idea de encontrarla,
ahí estaba,
y sonreí.

Ese día,
borrachos,
terminamos en mi casa,
ella puso música,
pidió pizza y anduvo descalza en la sala,
dijo en voz alta
-que jamás terminaría en mi cama-
entre risas le pregunté por qué;
porque me gusta cómo te ríes,
y eso es peligroso;
entonces bailamos,
y nos reímos,
mucho,
siempre nos reíamos un montón.

Entonces lo intentamos,
intentamos no querernos,
no compromisos,
no domingos viendo películas,
ningún desayuno,
ni citas formales,
risas y cama,
ese había sido nuestro acuerdo no estipulado,
y juro que alguna vez pensé que era suficiente.

Pero ponía su canción favorita,
me susurraba: "and he will be loved",
se servía una copa de vino,
y su olor inundaba la casa,
y solo podía pensar: que si no fuera un idiota,
me gustaría pedirle que se quede,
siempre.

Pero pasaron los días y los meses,
y sin darme cuenta había sido un año,
y cuando acurrucaba su cabeza en mi pecho,
me oprimía una horrible sensación,
porque no quería perderla,
pero no podía hacer que se quedara,
porque no tenía idea cómo hacerlo.

Entonces llegó,
ese día,
en el que mirándome a los ojos
me preguntó:
¿qué es esto?
y quise responder,
gritarle;
que no tenía puta idea qué era el amor,
pero que estaba segurísimo que llevaba su nombre;
entonces le dije,
le expliqué que no quería que se fuera,
pero que no podía ofrecerle más de lo que teníamos.

Qué cabrón,
porque no quería perderla.

En silencio,
empacó sus cosas y se fue.

Supe que no volvería.

Pero estaba,
estaba siempre,
en cada pensamiento,
en cada canción,
el trabajo era un infierno,
porque su nombre siempre aparecía,
la casa olía a ella,
y la extrañaba.

Era un cabrón,
pero me hacía falta,

Entonces,
a los sesenta días,
cansado de tanto ahogo,
decidí hacer, lo que mejor sabía,
repartir mi amor a cualquier dama que encontraba,
y les sonreía,
y las besaba,
y cuando cerraba los ojos,
aparecía ella,
siempre.

No podía.
no podía terminar en la cama con ninguna de ellas,
cuando abría los ojos ninguna me miraba como ella.

A los ochenta días,
fui a nuestro bar,
super que la habían ascendido en el trabajo,
ella no iba a perderse de una buena borrachera aquel viernes,
de eso estaba seguro.

Había llegado temprano,
así que empecé a hacer lo mío,
terminé tomando par de copas con una rubia preciosa,
hasta que la escuché,
la oí reír,
y todo olía a ella,
había entrado,
lo sabía,
sin necesidad de ni siquiera verla.

Entonces la vi,
pintada los labios de rojo,
con un vestido negro como siempre,
esta vez llevaba el pelo recogido,
y pude ver su cuello,
y me entro un escalofrío,
me había visto,
se quedó helada,
lo sabía,
me quería,
aún.

Había sido un cabrón.

Entonces la miré y la saludé con la cabeza,
estaba nervioso,
le escribí en una servilleta:
"felicidades" y se la envíe con un camarero,
ella apenas la vio.

Para no hacer ninguna estupidez,
seguía observando a la rubia que tenía enfrente,
entonces dieron las doce y no pude contenerme.

Pedí que pusieran "she will be loved" en aquel bar,
y sonreí porque la conocía tan bien,
empezó a cantar y a bailar y a reír,
y era tan hermosa,
tan ella,
entonces pedí el micrófono y se la cante,
porque ella iba a ser amada,
por mi,
todos los días-

Apresuré a sacarla de aquel bar,
para que entrara en mi vida de una vez por todas,
se lo dije:
"quiero esto,
lo quiero,
sea lo que sea,
lo quiero,
te quiero,
y nos quiero juntos"
y ella sonrío,
y me dio el beso más tierno y más lleno de amor
que me han dado jamás.

Y así empezó todo.

Hoy la descubrí escribiendo una cursilería hablando de nosotros dos,
y yo no pude quedarme atrás,
me quiere,
y me quiere bien,
pero la quiero,
y amo la forma en la que me hace quererla,
solo a ella,
por siempre.

lunes, 29 de marzo de 2021

Nos tocaba.



 Estaba rota,
todas mis piezas estaban esparcidas en la habitación,
y no había tenido el coraje de empezar a unirlas,
a juntarme y sanarme.

Entonces,
te conocí,
peor que yo,
más roto,
más desconfiado,
no creías en el amor,
un padre que se fue,
una familia disfuncional,
pocas oportunidades,
y aún así,
lo conseguiste, 
por tu cuenta.

Amante al whisky,
al cigarrillo,
adicto al trabajo,
maestría,
doctorado,
con solo veintiocho.

De amores de viernes.

Si no te conociera lo suficiente,
hubiera pensado que eres un partidazo,
pero no lo eras,
ni un poco.

Eras el típico hombre del cual huía,
no era tan incrédula,
para apostar por alguien como tú,
pero yo estaba herida,
ya no buscaba, ni esperaba nada
¿que puede salir mal?
-pensé-

Te dije que a mi no me gustaban las historias de amor,
y ¿quién dice que esto es una de esas mentiras?
-respondiste-

Y nos reíamos,
un montón,
y gritábamos,
y nos besábamos en la sala,
y bailábamos Ed Sheeran.
y compartíamos copa de vino,
música y carretera.

"Esto no es amor"
-me repetía-
pero agarrabas mi mano,
me susurrabas "and she will be loved" al oído,
y solo podía pensar:
si esto no es amor,
tal vez se le parezca mucho.

Un año después,
entre bailes y rutina,
entre el trabajo,
y un montón de planes, 
y viajes,
y conciertos;
te lo dije:
¿qué es esto?
resoplaste:
y pusiste esa cara de decepción que tanto te cuesta ocultar;
y respondiste:
no lo sé,
no tengo ni puta idea,
pero no quiero que esto acabe, 
se eso;
pero no puedo ofrecerte nada más,
lo sabías,
desde un principio te lo dije.

Ante tu respuesta,
entendí que no tenía sentido seguir caminando en tu dirección,
cuando tú ibas en sentido contrario,
no podía,
no otra vez.

Empaqué y me fui,
no dijiste nada,
ni yo,

Entonces lo supe,
no ibas a detenerme.

Pasaron exactamente 80 días;
nos encontramos en aquel bar de siempre,
celebraba mi ascenso,
y tú tenías una cita,
me saludaste con la cabeza,
y el camarero me ofreció una servilleta,
con un "felicidades" mal escrito.

Eres un cobarde,
pensé.

Ella se reía,
un montón,
pero no la mirabas como solías observarme,
y eso me alivio un poco.

No pude seguir observándolos,
tomé un vaso de ron;
y entre copas y copas,
y música,
y risas, 
distinguí que sonaba el:
"beauty queen of only eighteen"
y tú la habías pedido,
y la cantabas y me mirabas.

Nos pediste una copa de vino,
y salimos de ese lugar aquella noche helada de viernes,
"no te prometo nada,
va a ser difícil porque no tengo idea cómo hacer esto,
pero lo quiero,
te quiero,
y nos quiero juntos"

Hoy,
es un año de eso,
y no fue fácil, ni un día;
¿cómo convences a alguien que lleva todo su vida perdiendo,
que esta vez le tocaba ganar?
era nuestro turno,
nos tocaba,
ser felices 
¿no crees?

domingo, 14 de marzo de 2021

Quererme bien.



Me había rendido,
lo juro.

Estaba cansada de amores de viernes,
de besos sin sentido,
de copas de más,
de abrazos de menos,
de nunca estar sola,
pero siempre sentirme de esa manera.

Lo decidí,
iba a encontrarme,
iba a darme todas las oportunidades que alguna vez le di a alguien más.

Le cerré la puerta a todos esos amores de bares,
y abrí todas las ventanas para poder meterme por las rendijas.

Trabajo estable,
mi propio departamento,
una terraza preciosa,
copas de vino.

Una vida buena.

Había aprendido a disfrutarme,
a caminar por mi cuenta,
sentía que no había espacio para nadie más.

Entonces tu cavaste uno, 
uno que solo lleve tu nombre,
y decoraste ese lugar,
y ahora huele como tú,
y sé que nunca,
nadie va a ocupar ese espacio,
porque es completamente tuyo.

Te dije que estaba harta que me quisieran mucho,
ahora prefiero que me quieran bien
y tú asentiste,
y lo entendiste,
no podías romperme,

Y por eso me quieres mucho,
muchísimo,
y también me quieres bien.

martes, 9 de marzo de 2021

Lotería.



 Había creído que la vida te da un amor;
uno solo,
que encontrar a alguien de quien enamorarte,
era como comprar la lotería y ganar en el primer intento.

Y había ganado,
el premio mayor.

Creía que ya había tenido mi en uno en un millón,
que después de él,
tendría que conformarme con un camino a solas.

Lo creía,
ya no compraba boletos,
con la ilusión de algún día ganar,
ya no apostaba,
mis ojos no tenían ese brillo especial que consigues
cuando conoces a esa persona que deseas ver sonreír toda tu vida.

Y estaba bien.

Ser la que sostenía el volante,
y también la que cambiaba de canción,
había conocido un amor tan grande y tan puro,
que no podía reclamarle a nadie, 
el habérmelo arrebatado.

Había tenido lo que muchas personas, ni siquiera se imaginan conocer.

Y estaba eternamente agradecida por eso.

Y era feliz.

Después de muchos años,
conocí la felicidad y la tranquilidad que te da un viaje de a uno.

Entonces te conocí.

Recuerdo que fue el día en el que declaré,
no necesitar de nadie,
la vida pareció reírse en mi cara,
porque esa misma noche,
apareciste.

Llevabas en una mano un vaso de whisky, 
estabas completamente perdido,
como si aquel bar,
no fuera el lugar que sueles frecuentar;
al verte,
supe que yo también lo estaba,
perdida.

Me tomaste la mano,
y me enseñaste cómo debía caminar con otra persona a lado,
me diste dirección.

Me enseñaste que puedes tener una vida llena de suerte,
comprar la lotería
y ganarte una vez más,
el premio mayor.

Era como una niña que aprendía a caminar de nuevo,
y tú me sostuviste todas las veces,
y me recogiste en cada caída,
-no entiendo por qué me tienes tanta paciencia-
te dije un día,
a lo que respondiste:
porque te amo,
con esa naturalidad tuya,
como si lo dijeras todos los días,
y fue la primera vez de muchas.

Sigo llevando el control del volante,
me da miedo que puedas chocar,
y yo vuelva a estar tan rota,
pero dejo que elijas la música,
tu siempre pones la misma,
mi canción favorita.