viernes, 28 de mayo de 2021

Casa.



Hace ya varios meses escribí nuestra carta final,
la que llevaba un adiós definitivo,

Y de verdad pensé que era la última,
pero bueno,
necesitaba escribir esto.

Me han preguntado hace días que era el amor para mí,
y respondí: 
esa persona debe ser casa,
¿y la has tenido?
-preguntaron-
y pensé en ti,
como siempre.

Es un poco frustrante ¿sabes?
porque te olvidé,
estoy segura de eso,
porque cuando el mundo se cayó,
ya no pensé en ti,
ya no recordé tu número como mi llamada de emergencia,
ya no fuiste la persona a la que escribí cuando hubieron buenas noticias.

Ya no eres,
y quizás nunca seas.

Pero es que cuando hablan de amor,
siempre,
siempre regreso a ti.

Tal vez sea porque eres mi puerto conocido,
porque después de ti,
nadie.

No lo sé,
hace mucho que no pasabas por mi cabeza,
ya no hablaba de ti,
nuestra canción pasó a ser mi canción,
y ahora la disfruto como antes,
sin ti.

Pero es que eras casa,
vino de las cuatro de la tarde,
fogata en días fríos,
eras el lugar al que siempre volvía.

Así pasaran años.

Entonces estaba un poco perdida,
y he encontrado un mapa,
un camino que seguir.

Lo he hallado en la música,
en la poesía,
en el trabajo,
en los mil libros que me quedan por leer,
en la risa de mis amigos.

Y he caminado por fin,
sin necesitarte.

Pero es que eras casa,
y a veces me siento un poco extranjera en esta vida,
como si me olvidara como aterrizar,
porque ahora siempre vuelo,
y a veces las alas se cansan.

miércoles, 26 de mayo de 2021

Luchadora.

Todo empezó en el 2014,
recuerdo el día como si fuera ayer; 
estaba de moda All our stars de Ed Sheeran,
la recuerdo porque era la canción que ponía antes de dormir,
lloraba,
mucho,
le pedía a Dios una respuesta,
¿qué le pasaba a mamá?
me preguntaba todos los días.

Opiniones de doctores diferentes,
de áreas distintas,
nuestros viajes se resumían a buscar respuestas,
que el homeópata,
que medicina alternativa,
que un traumatólogo,
que el neurólogo,
no puedo recordar cuántos exámenes,
cuántas consultas,
cuántas caras defraudadas observé ese año.

Ninguna respuesta.

Un psicólogo;
nos dijeron una vez,
tal vez la respuesta está en la cabeza de tu mamá,
decían.

No lo creía,
no podía,
el dolor en su rostro era real,
existía,
lo sabía.

Hasta que llegó,
en febrero del 2015,
una búsqueda absurda en google,
todos los síntomas,
todas las respuestas en una palabra.

A pesar del diagnóstico,
volví a ver esperanza en el rostro de mamá,
y desde ahí empezó este viaje de nunca acabar,
a empezar a pronunciar esa palabra que antes era tan ajena,
a llenarnos de libros,
de experiencias de otras personas,
de cómo hacerlo bien.

Entonces la burbuja en la que viví por años se destruyó sin darme aviso,
y empecé a sentir miedo,
mucho,
un miedo que no había conocido antes,
empecé a ver a papá de rodillas rogándole a Dios,
empecé a sorprender a mis hermanos llorando en secreto.

Son más de seis años de aquello,
y a veces parece que fue ayer,
y otras que ha pasado más de veinte años,
a veces es tan nuevo y otras parece que ha pasado tanto.

Viví tanto tiempo enojada,
preguntándome por qué,
queriendo tantas respuestas,
repitiéndome que no era justo,
que entre tantas personas,
sea mamá la que tenga que cargar con esto.

Pero yo la veo luchándola todos los días,
a veces gana,
otras no tanto,
se esfuerza todos los días.

Y cuando ríe,
cuando baila en la sala,
cuando la veo como si tuviera veinte,
juro que la enfermedad pierde.

A veces veo a mamá
y me parece de mentira,
es increíble que yo tenga una luchadora de esa talla en casa.

Sigo queriendo quitarte un poco de dolor,
mamá;
me sigue doliendo todos los días decir que estás enferma
porque yo a veces te observo y me pareces más viva que antes.

Hoy has llamado,
ha sido uno de esos días,
malos;
y he querido escribir,
escribirte.

Son seis años de una batalla larguísima,
de algo que nos cambió para siempre,
tomé todo ese dolor y esa rabia,
y lo transformé en amor,
para ti,
en valentía y resiliencia,
por ti.

Sigo queriendo darte el mundo mamá,
ahora entiendo que esto es por algo,
como siempre;
quiero leer ese libro,
ese que un día espero escribas
o lo haga yo,
no lo sé,
hablando de lo maravillosa que eres,
de cómo una enfermedad te hizo más fuerte
y valiente,
también podría escribir de lo mucho que te amo,
pero eso nos llevaría otro tomo,
y no sé.

Hoy ha sido de esos días,
malos;
ya vendrán los buenos,
estoy segura.

sábado, 8 de mayo de 2021

Querernos mal.



Me quiso mucho,
muchísimo,
pero no lo hizo bien.

No lo hicimos bien.

Me repetía eso, en un contexto romántico;
como una excusa para justificar todo lo que hiciste,
lo que hicimos.

E imaginar que algún día vuelvas,
y lo haces bien,
y me quieres bien.

Ayer, en esas conversaciones de carro y risas,
de música,
y en medio de tanta mierda,
sentirnos un poquito libres.

Repetí lo que había tenido tanto tiempo como mantra:
es que me quiso,
me quiso mucho,
y no creo que encuentre alguien que lo haga de esa forma.

Entonces ¿por qué no funcionó?
-me preguntó-

Porque no me quiso bien,
no nos quisimos bien;
creo que nos queríamos tanto que un día 
no pudimos sostenerlo con las manos,
y se fue.

Pues, yo creo que no te quiso;
entonces
-me respondió-
creo que solo hay una forma de querer,
y querer de verdad,
y es hacerlo bien,
lo demás es pura excusa para perdonar falsos amores,
además
¿por qué tener tanto cariño en las manos?
al amor hay que dejarlo volar,
y ver cómo éste se posa en tu hombro.

Esa conversación sigue bailando en mi cabeza,
como respuesta a tantas preguntas,
que después de tanto tiempo
sigo empeñándome en hacer.

Y la verdad,
ya no sé si me quisiste mal
o bien,
o simplemente nunca lo hiciste.

Pero ahora sé una cosa,
que ya ni siquiera me interesa.