miércoles, 22 de febrero de 2023

El café pendiente.


Nuestra historia que pasó hace cinco años,

acabó,

le pinté un punto final con mis lágrimas,

y acabó.


Y te odié,

y te quise,

y te extrañé como a nadie.


Y se acabó.

 

No es que quiera abrirla,

o volver a escribirla,

porque ni tú ni yo somos aquellos niños de veinte años

que pensaban que lo suyo sería eterno.

 

Pero es que me da curiosidad,

pensar si estas dos personas que somos ahora,

se gustarían entre sí,

si ignorarían los planes y los países que los llevan a dos puntos completamente diferentes,

y solo se enamorarían

como dos chiquillos que no tienen idea que su historia está destinada al fracaso.

 

Tal vez es la nostalgia hablando,

o mi idea de seguir creyendo en el estúpido romanticismo,

de creer que el tiempo no me ha quitado:

tu sonrisa,

y tus te quiero,

y todo lo que un día fuimos,

de pensar que algún día seré protagonista de esas historias preciosas

en las que dos personas que se quisieron,

pudieron con todo.

 

Tal vez y solo tal vez

está bien que en esta vida sea espectadora y me dedique a escribir,

y a creer en que si hay amores que perduran en el tiempo,

aunque no sea yo la protagonista de esos cuentos.

 

Tal vez seamos ese café pendiente que tiene fecha, hora y lugar

pero dos personajes que tienen un miedo terrible a volverse a equivocar

y no llegan,

nunca.


Y un día lejano en un balcón admirando cada uno la ciudad en la que vive

se preguntarán que estará haciendo el otro,

y sonreirán,

y pensarán: "y si hubiera ido".


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