Hace unos días me encontré con una amiga;
después de hablar tendido,
contarnos las novedades
y hablar de lo heridas y cansadas que estamos,
fue doloroso,
pero también fue como un respiro,
el no sentirme sola.
después de hablar tendido,
contarnos las novedades
y hablar de lo heridas y cansadas que estamos,
fue doloroso,
pero también fue como un respiro,
el no sentirme sola.
Hablamos de ir a terapia,
de lo que hemos hecho para sentirnos mejor,
tantas preguntas y tantas historias que contarnos.
Le contaba que tenía ganas,
ganas de dejarlo todo,
y encontrarme,
porque me he perdido en el camino,
a veces me miro al espejo
y me queda claro
que yo no soy ella.
Me preguntó
¿cuándo había dejado de soñar?
¿cuándo había dejado de hacer cosas espontáneas?
Cuando había empezado a conformarme,
a vivir una vida
que se supone tengo que vivir,
cuándo dejé de cuestionarme si todo esto,
mi camino,
es lo que realmente quiero.
Porque siento que no,
al menos ya no.
Me siento ajena
como si fuera la espectadora de una historia
que se supone debo ser la protagonista.
Y es raro,
es muy raro.
¿Cuándo dejé de soñar?
y ¿cuándo dejó de importarme no hacerlo?
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