lunes, 2 de mayo de 2016

Había una vez.


Cuenta la leyenda,
que en un lugar muy lejano,
en tierras recónditas,
existía una chica tan rota,
que parecía que la vida la llevaba a cuestas,
que el equipaje que cargaba en los hombros,
quería hacerla caer,
ella no se rendía.

Érase una vez, una chica que era estrella,
o tal vez no;
pero tengo la certeza de que ella brillaba sin la necesidad de ser una.
Y de noche se convertía en cometa,
y yo le pedía deseos.

Qué mentira eso de que: "el tiempo lo cura todo",
el andar de las manecillas del reloj lo único que lograron,
era que sus cicatrices pasaran a ser ojeras,
y que su insomnio le perteneciera a otro imbécil,
ese idiota que no se daba cuenta que hasta sus latidos decían su nombre,
y cuando él no estaba, su voz parecía cantar solo canciones tristes.

Era una chica en ruinas,
calma y tempestad,
Alborán y Melendi juntos,
invierno y primavera,
risa y lágrima,
cura que es peor que la enfermedad.

A veces pienso que la vida ha sido injusta con ella,
que ha llorado más de lo que merece,
y ha reído menos de lo que yo he querido.

Escucho "Una y otra vez" de la voz de Medrano,
y solo puedo pensar que ya va siendo hora,
que un príncipe con los pantalones bien puestos
vaya al mismísimo infierno si es necesario,
a tocarle una canción que le arranque una sonrisa,
una verdadera.

Érase una vez una princesa que ya no quería serlo.

Para una de mis hermanas, tú sabes quién eres.

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