Dicen que el tiempo es el mejor remedio,
y a veces creo que no es así;
pero es cierto que el pasar de los días nunca nos deja ilesos,
y eso sí que es verdad.
No diré que estos meses me han hecho olvidarte,
porque tus recuerdos aún bailan
y a veces parecen reírse a mis espaldas.
Pero me he cansado,
el calendario ha marcado el día 120,
y me sorprendí de lo mucho que ha cambiado todo,
de lo diferente que soy ahora.
Que me cansé de mí
haciendo siempre el papel de idiota
de la tonta que regresa siempre a tus brazos,
de la estúpida que siempre cree tus mentiras.
No voy a reprocharte nada
las heridas me las he hecho yo solita,
pero has sido tú quien me ha regalado el arma,
al decirme: "quédate"
Que si vamos a señalar culpables,
yo soy la principal,
por ver en ti algo que nunca fuiste,
que nunca serás.
Despedirme de ti siempre ha sido
como una carta de un suicida con la esperanza de que alguien lo detenga,
porque sabe que una simple palabra hará que suelte el arma.
Como el alcohólico que bebe todos los viernes diciendo:
"este será el último".
Es que tú eres eso,
ese círculo vicioso del cual aún no logro salir.
Ven, cuéntame cómo has estado,
dime si me echas de menos,
si aún te gusta el vino;
he guardado una copa,
una última.
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