Entraste en aquel bar con el vestido negro de siempre,
zapatos de tacón
y labios color sangre.
Juro que de no ser por tu cabello,
tan rizado como siempre,
no te hubiera reconocido.
Sonreíste,
como si fueras cliente frecuente,
pediste que cambiaran de música,
y de repente sonaba Frank Sinatra de fondo,
y tú parecías un poco drogada mientras bailabas.
"No hace falta ninguna sustancia,
para aquellos que sabemos escuchar"
-me dijiste esa vez-
Parecía imposible que esa niña de mirada triste,
de corazón roto,
y caminar lento;
sea aquella mujer que vi aquella vez.
No la volví a encontrar,
aunque admito
que ella sigue siendo la razón por la que voy aquel bar
cada viernes
a las diez de la noche
y pido que suene jazz,
por si lo escucha y le da curiosidad entrar.
No sé que tenías esa vez,
no sé si sigues luciendo como aquella noche,
pero mujer,
qué guapa te ves siendo feliz.
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