martes, 31 de julio de 2018

Enfermedad del siglo XXI.


Una vez alguien me dijo:
"que en otra vida,
sí que sepamos querernos."
yo tan incrédula:
pensando que ha sido lo más romántico
que alguien pudo haberme dicho.

Dos semanas después,
él estaba con alguien más.

"Te quiero, pero..."
¿qué putada no?
a la mierda lo demás,
"pero; yo te quiero"

¿Notan la diferencia?

No más mensajes al whatsapp,
no más posts diciendo que la quieres,
no más excusas para tu forma tan cobarde
de no desearla cerca,
pero que ni se atreva alejarse.

Que si no has aprendido a quererla,
te aseguro que a la vuelta de la esquina,
hay alguien que está dispuesto hacerlo.

¿Entonces?
que la dejes libre.

O juégatela,
por ella,
¿que tienes que perder,
si es a ella a quién tendrás en tus brazos
cada noche?

¿No lo vale? ¿Seguro?

Que me he hartado de poemas baratos,
de frases sacadas de Facebook,
y creer que:
"si que me quiere,
pero no es nuestro momento"

Al carajo,
que no,
que yo no te quiero en otra vida.

Yo te quiero en esta,
y si no,
en la siguiente,
ni me busques.




domingo, 15 de julio de 2018

¿Te lo imaginas?


¿Recuerdan su primer beso?
apuesto a que sí,
todos esos nervios,
toda esa emoción,
todas esas dudas disipadas,
en un simple beso.

¿Saben cuál es mi parte favorita de los besos?
el instante previo a esto,
ya saben,
cuando se están riendo,
y de repente esa persona te observa,
se acerca levemente a ti,
hay un pequeño espacio que los separa,
y ambos suspiran,
porque saben lo que va a ocurrir.

Lo que sigue, es otra historia.

Quiero hablar un poco del momento de complicidad
entre dos personas,
en donde no hacen más que reír,
o tal vez una de ellas está afligida,
y solo necesita que alguien la escuche.

En donde un acto,
una simple acción
puede ser capaz de reparar un mundo.

Hablo de cuando está sonando tu canción favorita
y él corea exactamente la parte de: "Beauty queen of only eighteen",
cuando  hace el ademán de tocar la guitarra,
aún cuando no tenga idea de cómo sostener un instrumento,
y los dos no pueden dejar de sonreír.

Ya saben,
de aquella fiesta
en donde te sentiste el centro de atención
porque él no te sacaba los ojos de encima,
y tuvieron que correr afuera con la excusa de que necesitaban un tabaco.

De esas veces que has tenido que parquearte
porque es un pecado que él esté a tu lado
y tú no puedas mirarlo a los ojos.

No lo sé,
que contigo era yo,
tan simple y complicado como eso,
que no había máscaras,
y al carajo el qué dirán,
éramos tu y yo,
con nuestras estupideces de siempre,
con nuestro orgullo por delante,
con la manía de nunca ceder,
que nuestras citas siempre eran eso:
el momento previo a un beso.

En donde ves a la persona,
y sonríes,
donde imaginas que no quisieras a nadie más que a él,
que a él viéndote,
y lo pillas mirándote,
con esos ojos de nunca saber qué hacer después,
como ese instante antes del beso,
que es mucho mejor que eso.

Yo a él nunca lo besé,
pero
¿se imaginan cómo hubiera sido?

miércoles, 11 de julio de 2018

Confesiones.


Confieso que me da miedo,
que me das miedo,
que es increíble como el paso del tiempo
no ha borrado las canciones que sonaban en tu compañía.

Que me da miedo,
como entran y se van personas,
como ya no me hablo con amigos de años,
que mis primos ya no saben de mi vida,
y que a pesar de todo,
tú,
sigues aquí.

Confieso que me da miedo,
que un día de estos,
no me abras la puerta,
que ya no reciba un mensaje tuyo,
que no pueda sorprenderte en la salida del trabajo,
que ya no podamos reírnos en el asiento trasero de tu coche,
que ya no deba inventar excusas tontas para salir a rescatarte a las tres de la mañana

Confieso también,
que me da miedo tenerte muy cerca,
pero me aterra tenerte muy lejos,
no te vayas nunca.

Me da miedo que un día descubras
que no soy tan mágica como crees,
que te aburras de mis manías,
y de mis gustos raros,
que decidas no leer más poesía,
que basta de Fredi,
de León,
de Vicente,
y de Josean.

Que estás harto de mi música,
y de mi idea de ser vegetariana,
que ya no te gustan los gatos,
o quedarte en el sofá los viernes noche.

Que tengo miedo.

Confieso que no te has ido,
y yo igual estoy echándote menos,
que soy una cobarde por no ir ahora mismo a buscarte,
¿qué hacemos?
si tengo miedo.

En unos meses estaré arrepentida por no haber hecho algo a tiempo.

Sé que te voy a perder,
lo confieso.

Haz algo al respecto,
por favor.


jueves, 5 de julio de 2018

Isabel.


De prisa, siempre iba con prisa; botando todo aquello que iba en su bolso, nunca encontraba las llaves a tiempo, su celular siempre estaba a punto de caerse, jamás se peinaba, y aunque nunca ve nada; se niega a usar lentes.

No sabe estacionarse, tiene una expresión diferente para cada situación, insulta como camionero, y se ríe como infante de prescolar.

Una niña de diez, con cabeza de una señora de cincuenta, en el cuerpo de una señorita de veinte; me decía.

Isabel.

No puedo decir que era bonita, porque no lo era; fea tampoco, pero eso era lo de menos; su físico siempre fue un tema que pase de largo; eran diez minutos de conversación para pensar que a una mujer así, no podías dejarla ir, era de esas que no volvía, y encontrar a una igual ¡qué difícil!

Que va, a la mierda su belleza.

No le crean nada de lo que dice; se las da de muy valiente, de muy fuerte; pero llora con todas las películas de amor.

Tampoco era muy brillante, ni era de esas que sabía coquetear, ni aquellas a las que obedecías de inmediato, porque qué miedo no hacerlo, y entonces ¿qué tenía de especial?

A los dos minutos de conocerla, ella volteó a mirar algo, aún no sé que fue, me regresó a ver, acomodó su cabello (como siempre suele hacer), tapó su boca, y empezó a reír, de esas risas que parecen intro de una canción digna de Grammy.

Después de unas noches más, en el mismo bar, con la misma copa de vino; me atreví a preguntarle que por qué cubría su sonrisa, ella agachó su mirada (siempre lo hace cuando la respuesta que viene a continuación no parece enorgullecerla) "es que no es bonita"-respondió.

Tan tonta, no tenía idea que siempre la citaba, solo para escucharla reír, para ver como arrugaba la nariz, y decía un comentario sarcástico.

Una vez me preguntó si existía algo en el mundo que yo no conociera; burlándose de esa manía mía de siempre tener algo que decir; "que yo no sabía como quererla"-le respondí- "ah, pero eso es muy fácil"-me replicó.

Ella no entendía que no hay forma correcta para quererla, que hay cosas que no son dignas de este mundo, y su felicidad era una de ellas.

Cómo explicarle que yo, un hombre que siempre ha pensado que lo podía todo, que no había cosa que no mereciera, le parezca injusto que una mujer así, sea capaz de quererlo.

Nunca entendió el poder que ocasionaba en mí, no la culpo; trabajé mucho para que no lo descubriera.

Es de esas de las cuales puedes enamorarte al segundo día, y ella ni enterada; sigue leyendo, sigue escribiendo, sigue bailando.

Así es ella.

Que te diré, que se cansó de mi, y de mi manía de jamás estar, no la culpo ¿cómo hacerlo?

Que más decir.

Que tenía miedo, y no hay forma más cobarde de querer; que hacerlo con temor, y por eso me fui.

Que no era bonita, y eso es lo peor de todo; porque eso sería una buena excusa para esperarla siempre; pero no lo era, y aún así; yo seguía al borde de la escalera, que nos dirigía a la misma mesa, del mismo bar, capaz de pedir el mismo vino, por si algún día, se le antojaba regresar.

miércoles, 4 de julio de 2018

Monotonía.


¿Qué?
-te pregunté-
te reíste,
que estas hermosa
-respondiste-

Esa conversación la tengo grabada,
es una de las tantas que tuvimos en el bar,
ya sabes,
a las tres de la mañana,
cuando la gente se iba,
y solo quedábamos nosotros y un par de amigos.

Yo bailando,
y tú mirando.

Nosotros,
los dueños del espectáculo.

Que no teníamos público,
ni fanáticos,
ni nada que se le parezca;
eso era lo de menos.

Eramos los protagonistas
de la mejor historia de amor jamás contada,
que ni yo puedo hacerlo,
que quisiera poder describir esa forma tan tuya de mirarme,
quisiera poder contar todas esas veces en las que discutíamos y
terminábamos riendo,
como quisiera poder describir todas las veces en que empezabas
hablando de fútbol y terminábamos discutiendo de política,
que si el capitalismo es una mierda,
pero el socialismo tampoco funciona.

Que viviríamos en Argentina,
que yo tendría una editorial,
y tú estarías dirigiendo alguna empresa,
que la maestría,
que el doctorado.

Tantas cosas,
tantos planes,
tanto futuro,
que se nos agotó el presente.

Que quisimos volar
y se nos olvidó caminar de la mano.

Que no se cómo,
ni cuando,
ni por qué,
ni si realmente pasó.

Ahora,
estoy en la sala de espera del aeropuerto,
viajo a Madrid,
nos vemos en seis meses.

Ojalá me extrañes,
yo espero no hacerlo.