¿Qué?
-te pregunté-
te reíste,
que estas hermosa
-respondiste-
Esa conversación la tengo grabada,
es una de las tantas que tuvimos en el bar,
ya sabes,
a las tres de la mañana,
cuando la gente se iba,
y solo quedábamos nosotros y un par de amigos.
Yo bailando,
y tú mirando.
Nosotros,
los dueños del espectáculo.
Que no teníamos público,
ni fanáticos,
ni nada que se le parezca;
eso era lo de menos.
Eramos los protagonistas
de la mejor historia de amor jamás contada,
que ni yo puedo hacerlo,
que quisiera poder describir esa forma tan tuya de mirarme,
quisiera poder contar todas esas veces en las que discutíamos y
terminábamos riendo,
como quisiera poder describir todas las veces en que empezabas
hablando de fútbol y terminábamos discutiendo de política,
que si el capitalismo es una mierda,
pero el socialismo tampoco funciona.
Que viviríamos en Argentina,
que yo tendría una editorial,
y tú estarías dirigiendo alguna empresa,
que la maestría,
que el doctorado.
Tantas cosas,
tantos planes,
tanto futuro,
que se nos agotó el presente.
Que quisimos volar
y se nos olvidó caminar de la mano.
Que no se cómo,
ni cuando,
ni por qué,
ni si realmente pasó.
Ahora,
estoy en la sala de espera del aeropuerto,
viajo a Madrid,
nos vemos en seis meses.
Ojalá me extrañes,
yo espero no hacerlo.
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