martes, 26 de mayo de 2020

Juventud.


Te conocí a los dieciséis,
en época de deberes,
libros,
amigos.

En medio de risas,
de mariposas en el estómago,
de peleas con los padres,
de las primeras borracheras,
y escapadas de viernes.

Te conocí cuando la vida era fácil,
cuando todo iba a mi ritmo,
cuando no sabía a dónde quería ir,
pero eso no me importaba,
porque estabas tú,
sosteniendo mi mano.

Te conocí con uniforme de colegio,
en medio de risas tímidas,
de planes infantiles,
cuando el mundo bailaba en mi ombligo,
y todo parecía caber en la palma de mi mano.

Fue fácil ¿sabes?
enamorarme de ti,
creer que esto duraría para siempre.


Y no fue así.

Un jueves cualquiera,
la vida empezó andar más rápido y yo no alcancé a seguirte,
y tampoco lo intenté la verdad.

Fue extraño ¿sabes?
la forma en la que nos dijimos adiós,
un día nos amábamos como a nadie
y al otro,
de repente,
nos convertíamos en adultos.

En adultos,
que seguían caminos diferentes.

Entonces te veo,
ocho años después.
con otra voz,
usando expresiones nuevas,
riéndote de la manera en la que te recordaba.

Resulta que eres doctor,
amante al rock,
y que fumas media cajetilla diaria.

Entonces te veo,
y soy aquella niña de nuevo,
que disfruta verte reír,
que lee Harry Potter,
y que baila al son de las manecillas del reloj.

Entonces me ves,
y te veo con dieciséis años,
agarrando mi mano,
prometiéndome que llegaríamos así,
a viejos.

*Me gustaría haberte conocido después
-me dices-
no tan jóvenes,
no tan ingenuos.
*Y si hubiera sido así ¿te quedarías?
¿serías el amor de mi vida?
-te digo-
*Sabes que sí,
sería un placer.
-me respondes.

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