Estaba enamorada,
lo estaba.
Lo supe aquella noche cuando tu antes de colgar preguntaste:
si tenía algo que contarte,
y yo pensé: no nada interesante, solo creo que te amo.
Te amaba,
lo hacía.
Aún no estoy segura de muchas cosas,
a mi el amor,
no se me da bien;
aún no entiendo por qué un día eras el centro de todo,
y al otro,
de repente,
me costaba sostenerte,
sostenernos.
Y te solté,
pero quien se cayó,
y se dañó,
fui yo.
Te amaba,
con todo el alma.
Lo sé ahora,
porque solo la idea de querer a alguien la mitad de lo que te quise,
me asusta,
y me asusta un montón.
La cabeza seguía dándome vueltas:
por qué, cuándo, cómo;
¿volverás?
¿lo harás?
Y hace meses juro
que si tocabas la puerta,
te hubiera abierto,
de par en par,
destaparía el corcho de mi vino favorito,
y te recitaría nuestro poema de amor.
Estarías aquí,
ocupando esta casa que ahora es tan inmensa,
y prepararíamos el desayuno juntos,
y seríamos como una pareja de recién casados en esta cuarentena.
Serías mi eterna luna de miel.
Tú.
Lo entiendes;
un día,
de la nada,
como si de repente la puerta se cerrara de golpe,
y temblara toda la casa.
Te sacudiera completa y te dieras cuenta,
que para querer,
hace falta dos personas,
que no tiene sentido que yo te espere,
cuando fuiste tú,
el que un día empacó todo,
y se llevó mi luna entre sus cosas.
No tiene sentido esperarte,
porque sigo enamorada de risas de hace un año,
de promesas que caducaron,
de camisas que ya no huelen a ti.
Entonces decido acostarme,
y ver cómo todo lo que construimos un día,
se desmorona,
se cae,
y se hace trizas,
y suena: Fix you,
me susurro:
que me voy arreglar,
a repararme desde cero,
total,
no será la primera vez.
Me estoy quedando preciosa.
Y tú eres el responsable.
Gracias.
lo estaba.
Lo supe aquella noche cuando tu antes de colgar preguntaste:
si tenía algo que contarte,
y yo pensé: no nada interesante, solo creo que te amo.
Te amaba,
lo hacía.
Aún no estoy segura de muchas cosas,
a mi el amor,
no se me da bien;
aún no entiendo por qué un día eras el centro de todo,
y al otro,
de repente,
me costaba sostenerte,
sostenernos.
Y te solté,
pero quien se cayó,
y se dañó,
fui yo.
Te amaba,
con todo el alma.
Lo sé ahora,
porque solo la idea de querer a alguien la mitad de lo que te quise,
me asusta,
y me asusta un montón.
La cabeza seguía dándome vueltas:
por qué, cuándo, cómo;
¿volverás?
¿lo harás?
Y hace meses juro
que si tocabas la puerta,
te hubiera abierto,
de par en par,
destaparía el corcho de mi vino favorito,
y te recitaría nuestro poema de amor.
Estarías aquí,
ocupando esta casa que ahora es tan inmensa,
y prepararíamos el desayuno juntos,
y seríamos como una pareja de recién casados en esta cuarentena.
Serías mi eterna luna de miel.
Tú.
Lo entiendes;
un día,
de la nada,
como si de repente la puerta se cerrara de golpe,
y temblara toda la casa.
Te sacudiera completa y te dieras cuenta,
que para querer,
hace falta dos personas,
que no tiene sentido que yo te espere,
cuando fuiste tú,
el que un día empacó todo,
y se llevó mi luna entre sus cosas.
No tiene sentido esperarte,
porque sigo enamorada de risas de hace un año,
de promesas que caducaron,
de camisas que ya no huelen a ti.
Entonces decido acostarme,
y ver cómo todo lo que construimos un día,
se desmorona,
se cae,
y se hace trizas,
y suena: Fix you,
me susurro:
que me voy arreglar,
a repararme desde cero,
total,
no será la primera vez.
Me estoy quedando preciosa.
Y tú eres el responsable.
Gracias.
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