Cambié de trabajo,
empecé a ir a terapia,
retomé mi rutina de ejercicios,
y escribí,
como siempre.
Dejé de ver las películas de siempre,
abandoné los libros que leía todas las mañanas,
empecé a caminar distinto,
por otro camino,
desaprendiendo.
Era de rutinas,
de manías,
de amigos que tengo desde la infancia,
de amores viejos.
Siempre me ha costado los cambios,
siempre,
llevo toda mi vida comprando el mismo café,
frecuentando a las mismas personas,
soñando con los mismos lugares.
El cambio siempre viene bien,
a veces la felicidad,
el amor,
el éxito;
está a un ladito de lo que uno acostumbra hacer.
Entonces estoy aprendiendo a desaprender,
a soltar muchas cosas y a sujetar unas nuevas,
de otra manera,
de esas que no lastiman.
He mencionado tu nombre en terapia,
pensaba que aún estabas aquí,
rondando de alguna forma.
Y lo raro de empezar un camino nuevo,
es darte cuenta que no es tan aterrador como creíamos,
que todo eso que pensamos que aún nos ataba,
lo habíamos soltado hace ya mucho tiempo,
pero nos costaba admitirlo,
porque decirlo en voz alta
significaba que te habías ido,
para siempre.
La verdad es que te fuiste hace ya muchos años,
y ahora,
que el pasado ya no suena tan tentador
que el futuro anuncia cosas muy buenas,
he entendido que estoy mucho mejor sin ti.
Voy a dejar de comparar tu sonrisa con la de los demás,
tu forma de querer con la manera que me han querido después de ti,
ya no serás la razón del por qué nunca sale bien.
Y te voy desaprendiendo.
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