lunes, 17 de febrero de 2020

Se llamaba.


Se llamaba Ingrid,
Fátima,
Marta,
Lorena,
incluso una se llamaba como yo,
Alejandra.

Se llamaba,
ya no.

Tal vez también le gustaban los libros,
o tomar vino con sus amigas,
tal vez le gustaba reírse un domingo en pijama,
tal vez estaba a punto de graduarse,
como yo.

Tal vez creía que sí,
que era el amor de su vida,
que la iba a querer cien años más.

Tal vez no.

Tal vez tenía miedo.

Tal vez salía del trabajo,
de la universidad,
y cogió un taxi para llegar pronto a casa,
y abrazar a mamá.

Tal vez llevaba encima unas cervezas,
una falda corta,
y una amiga esperando por ella en el departamento.

Y ella igual,
no lo estaba pidiendo,
no lo imploraba,
no lo quería.

Tenía siete años,
Dios,
me dan ganas de llorar,
porque tenía solo siete años.

Tenía dieciséis,
tal vez no se ha enamorado aún,
tal vez quería ser doctora,
o abogada,
tal vez.

Me falta el aire,
se me forma un nudo en la garganta,
porque hoy,
ya no están,
las mataron.

Una más,
otra en la estadística.

¿Saben lo horrible que es?
¿Lo saben?

Gabriela tiene clases de portugués en las noches,
miles de sueños,
y una carita preciosa.

¿Saben el miedo que me da,
que pueda ser ella?
que un día no me llegue su ubicación,
las llamadas se desvíen,
y sea ella.

Ella que es tan perfecta.

¿Saben lo mucho que me duele ser mujer,
y tener una hermana,
amigas,
primas,
una madre extraordinaria?

¿Lo saben?

¿Saben el miedo de ver alguna vez su foto,
con el título de:
"desaparecida"?

¿Lo saben?

Si lo saben,
entonces déjennos en paz de una puta vez.

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