martes, 6 de noviembre de 2018

Rodrigo.


Estudiante de economía,
trabajo en consultorías,
viste de terno,
toca la guitarra,
y adora a Óscar Wilde.

Tres de miopía,
hablado pausado,
y amante al jazz.

Le rehuye al alcohol por unas cuantas malas experiencias,
a los veinte dejó el tabaco,
hincha del Real,
y de la fórmula 1.

No le gusta el box,
ni el heavy metal,
adora verme bailar,
y lee absolutamente todo lo que escribo.

Odia la poesía,
pero no me lo dice.

En nuestro primer encuentro
le mostré el dedo del medio,
en el segundo derramé vino sin querer en su chaqueta,
en el tercero lo hice a propósito,
en el cuarto me pilló llorando,
en el quinto,
vio como un chico diferente al del día viernes
me llevaba a su departamento.

No sé que ha visto en mi,
ojalá pudiera verlo yo.

En nuestro sexto tropiezo,
el de la suerte,
le dije:
que si quería seguir viéndome así,
tendría que aunque sea invitarme a una cerveza,
y no lo hizo.

A cambio,
encontré entre servilletas,
un poema mal escrito de Benedetti.

¿Quién se ha creído?
-pensé-

El amor de tu vida
-dijo una vez-

Y cuando sostuvo mis manos temblando,
mientras el doctor daba su veredicto final,
juro,
que se lo creí.


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